LIBRO “PODER, CAPITALISMO Y DEMOCRACIA”,
PRESENTACIÓN DEL AUTOR EN OCASIÓN DE SU LANZAMIENTO PÚBLICO
Armando Di Filippo
Ante todo, permítanme expresar mi profundo agradecimiento a todo el equipo del
Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Facultad de Ciencias
Sociales de la Universidad Alberto Hurtado. Quiero personalizar esa gratitud, primero en la
persona de su actual Director, el profesor Esteban Valenzuela, y, segundo, en la de su antecesor,
el profesor Fabián Pressacco, sin cuyo estímulo y aliento este libro jamás habría sido escrito.
Agradezco también a los dos comentaristas Ángel Flisfisch, actual Director de FLACSO Chile,
destacado hombre político, diplomático y académico, profundamente conocedor de los
aspectos teóricos y prácticos de la democracia, y a Don Osvaldo Sunkel, destacado pensador
de talla internacional quien fue, junto con Raúl Prebisch y Aníbal Pinto, un calificado maestro
que me inició en las perspectivas latinoamericanas del desarrollo. Agradezco, por último,
a mis alumnos que, en diferentes cursos dictados en los últimos diez años me provocaron
constructivamente con sus preguntas y reflexiones, obligándome a profundizar o a corregir
mis propias ideas.
Más que tratar de resumir el contenido del libro en veinte minutos, tarea imposible en
la que me agoté y desesperé en el día de ayer (9 de mayo) con resultados infructuosos,
prefiero explicar las razones que me llevaron a escribirlo, las que pueden ser mucho más
aclaratorias. Como se sabe, soy un economista formado en América Latina dentro de la
escuela que podríamos denominar del estructuralismo histórico latinoamericano, originada en
la CEPAL y en los pensadores que articularon su pensamiento en torno a las ideas inicialmente
formuladas por Raúl Prebisch.
Hace cincuenta años, igual que ahora, la corriente de pensamiento hegemónica era la
microeconomía neoclásica, expandida posteriormente con una macroeconomía neokeynesiana
convenientemente adaptada para compatibilizarse con el enfoque neoclásico. Los manuales de
Paul Samuelson, que desde hace más de cincuenta años circulan como textos fundamentales
de estudio, dan cuenta de esa visión.
Sin embargo, era evidente que los estudios de la CEPAL y de los estructuralistas
latinoamericanos (Prebisch, Furtado, Aníbal Pinto, Aldo Ferrer, y el profesor Sunkel que hoy
integra esta mesa) no cabían en absoluto dentro de la visión neoclásica caracterizada por
un individualismo epistemológico y ético, fundado en el neopositivismo o empirismo lógico,
donde los criterios de cientificidad están dados por la coherencia interna de modelos lógico-
matemáticos y por verificaciones empíricas de naturaleza fragmentada haciendo uso y abuso
de procedimientos econométricos de base probabilística. En el origen de esta visión está el
mercado “perfecto”, con sus mecanismos autorreguladores que logran una asignación de
recursos pretendidamente equilibrada, estable, eficiente, y en algún sentido también justa. El
paradigma de la competencia perfecta se define de manera amplia como aquel donde ninguna
de las partes contratantes cuenta con poder suficiente para intentar dominar el mercado.
Por el contrario, los abordajes del estructuralismo histórico de raíz cepalina habían ido
decantándose y apoyándose en una lectura fundada en las nociones de sistema, de estructura,
de instituciones, y apoyada en el estudio de la historia, todo ello aplicado a la comprensión de
los cambios estructurales que constituyen el objeto del desarrollo económico. El paradigma
estudiado por los estructuralistas hace énfasis en la estructura social que subyace detrás de
los mercados, con actores económicos dotados de posiciones asimétricas de poder. Por lo
tanto, las raíces filosóficas del estructuralismo histórico latinoamericano no tenían nada que
ver con los fundamentos epistemológicos de la hegemónica escuela neoclásica.
Esas asimetrías de poder estaban claramente expuestas, además, en la visión centro-
periferia de relaciones económicas internacionales, primer planteamiento globalizado de la
relación desarrollo-subdesarrollo a escala planetaria, formulada por el estudio económico de
1949, inspirado y parcialmente redactado por Raúl Prebisch. Mi asimilación de esta visión y
su aplicación aggiornada a la realidad del capitalismo global fundamentalista de mercado que
hoy impera en la era de las tecnologías de la información está incluida en la parte sexta de
este libro.
En consecuencia, estas comprobaciones me llevaron a la lectura profundizada de otras
corrientes de pensamiento, diferentes a la hegemónica neoclásica, las que sí daban cabida
a la perspectiva histórica, y a los vínculos de ida y vuelta entre la dinámica de los mercados
y de la estructura social. Me refiero, entre otros, a los economistas clásicos que escribieron
al inicio de la Revolución Industrial Británica (Adam Smith, Robert Malthus, David Ricardo),
a la corriente que fundó Karl Marx, a los institucionalistas estadounidenses que a fines del
siglo XIX fueron testigos de la Segunda Revolución Industrial Americana (Thorstein Veblen
y John Commons), a las contribuciones macroeconómicas genuinamente originadas en
John Maynard Keynes, a la teoría del empresario de Schumpeter, y a las aportaciones más
recientes de John Kenneth Galbraith y Gunnar Myrdal. Todos estos autores y corrientes de
pensamiento tomaron en consideración los vínculos de doble vía entre estructura social y
mercado, y también introdujeron desde distintos puntos de vista las nociones de poder y las
asimetrías de poder de las estructuras sociales. Ninguno de ellos se adhirió a la epistemología
del empirismo lógico o neopositivismo. Mis reflexiones sobre estas corrientes de pensamiento
están incorporadas a la parte quinta de este libro.
La necesidad de explicarme cómo diablos había hecho el enfoque epistemológico neoclásico
para eliminar de su concepción ideal de la competencia perfecta las asimetrías de poder que
brotan de la dinámica social, y cómo había logrado aislar, blindar y compartimentar a
los mercados respecto del resto del orden social, me llevó a desmenuzar los supuestos
abstractos del modelo neoclásico original de competencia perfecta. Los supuestos del
modelo van sistemáticamente eliminando las formas de poder económico, de poder político,
de poder cultural, o de poder derivado de localizaciones específicas, y también eliminan todas
las fricciones y retardos que afectan los procesos reales de mercado. Este esfuerzo crítico
está incluido en la parte cuarta de este libro, destinado al examen teórico-epistemológico del
enfoque neoclásico de la competencia perfecta y de su ética hedonista-utilitarista.
En consecuencia, surge de inmediato otra pregunta. Si la raíz filosófica y ética del
estructuralismo histórico latinoamericano no puede fundarse en la tradición del individualismo
utilitarista neoclásico, entonces cabe preguntarse: ¿en qué otras fuentes filosóficas
debemos encontrar sus orígenes? Estas fuentes epistemológicas y éticas alternativas las
busqué acudiendo a dos propuestas filosóficas muy dispares pero, en mi opinión, bastante
compatibles en sus fundamentos. Por un lado, en la epistemología del filósofo argentino Mario
Bunge, y por otro lado en el pensamiento de Aristóteles, que está profundamente imbricado
en el “ADN” de la filosofía occidental. Del filósofo Mario Bunge este libro extrae la lectura
sistémica y el carácter multidimensional (es decir, biológico ambiental, económico, cultural
y político) de las sociedades humanas. Mario Bunge parte de una determinada antropología
filosófica, de donde deduce la existencia de esos sistemas. Esa concepción del hombre que
plantea Bunge es compatible, según propongo, con la concepción aristotélica de naturaleza
humana, entendida como la de un animal o entidad biológica, que es instrumentalmente
racional, que es también moralmente racional, y que por último es un animal político. Así
los fundamentos epistemológicos del enfoque estructuralista los obtuve de las nociones de
sistema, de estructura, de proceso, de mecanismos y nociones predicadas respecto de las
sociedades humanas tal como las ha elaborado Mario Bunge. Estas nociones las combiné
con la perspectiva histórica, que es el punto de partida del pensamiento estructuralista
latinoamericano, para encontrar un adecuado basamento de la visión centro periferia.
En tanto, los fundamentos éticos los extraje del filósofo Aristóteles. En efecto, el énfasis
categórico y omnipresente del estructuralismo respecto de las nociones de equidad e
igualdad, se asocia de manera inmediata con las elucubraciones de Aristóteles sobre la justicia
distributiva. Ese asunto está prácticamente ausente de las reflexiones neoclásicas, las que ni
siquiera rozan los temas de la distribución personal/familiar de la riqueza y del ingreso en sus
desarrollos teóricos.
En consecuencia, del filósofo Aristóteles extraje los fundamentos de filosofía moral en
que se funda mi examen de los sistemas políticos y económicos del siglo XX. Empezando
por los sistemas políticos, en Aristóteles se encuentran los fundamentos republicanos de la
noción de democracia que se profundizan en otra parte de este libro. Pero concentrándonos
ahora en los fundamentos del razonamiento económico, no hay duda de que encontramos en
Aristóteles las bases más permanentes de la ciencia económica contemporánea. En primer
lugar, las distinciones entre valor de uso y valor de cambio (tomadas por los economistas
clásicos y por Marx), en segundo lugar sus nociones de crematística natural y crematística
lucrativa, de las que se derivan las nociones de circulación simple y ampliada planteadas
por Karl Marx (quien era mucho más aristotélico de lo que sus acólitos quieren admitir). En
tercer lugar, la concepción del dinero como una institución que no depende de la materialidad
concreta asumida por las diferentes monedas que lo representan, es una anticipación notable
de las formas crecientemente abstractas y desmaterializadas del dinero contemporáneo.
Por último, en esta dimensión económica, Aristóteles entendió la lógica de los mercados, el
funcionamiento de la oferta y la demanda y las asimetrías de poder que derivan de la existencia
de posiciones monopólicas, tanto las derivadas de restricciones privadas a la entrada de
competidores, como aquellas originadas en el poder del Estado. Todas estas reflexiones
magistrales elaboradas por Aristóteles se efectúan en el seno de su teoría de la justicia, en
donde distingue entre la justicia conmutativa o reparadora que opera en los mercados y en los
contratos voluntarios privados, y la justicia distributiva que responde a la legitimidad alcanzada
por distintos regímenes políticos. La noción aristotélica de la justicia, entendida como la virtud
practicada respecto del prójimo, nos permite establecer una lectura institucional del tema.
En efecto, puesto que las virtudes son hábitos de comportamiento, la práctica de la justicia
expresa un conjunto de instituciones, es decir, de reglas interiorizadas en el comportamiento
social.
Con base en estas visiones combinadas, en este libro se propone una noción de poder
y dominación que intenta dar cuenta de la forma cómo las posiciones ocupadas por los
actores en la estructura social afectan la dinámica de los mercados. Estas nociones de poder
y dominación se fundan en la relación aristotélica potencia-acto, en la que las posiciones de
poder en la esfera social son una especificación de la noción de potencia, y el ejercicio de
la dominación es una actualización de ese poder. En este libro también se hace uso de las
famosas cuatro causas, o cuatro explicaciones de la filosofía aristotélica, para dar cuenta del
ejercicio de la dominación racional. Por ejemplo, en la institución de la esclavitud, el amo con
sus incentivos coercitivos es la causa eficiente de la dominación, el esclavo subordinado es
la materia dominable o causa material de la dominación, la institución de la esclavitud es la
forma o causa formal de la relación de esclavitud y los fines del amo, cualesquiera sean ellos,
se expresan como la causa final aristotélica de la relación de dominación.
En el lenguaje de los sistemas de Mario Bunge, el dominador y el dominado pueden verse
como los actores del sistema de dominación, la relación institucionalizada de esclavitud se
concibe como la estructura del sistema de dominación, los mecanismos del sistema de
dominación son la coerción del amo esclavista, y los fines y valores que controlan el proceso
son fijados por el propio dominador. Además, partiendo de la relación potencia-acto, se
distinguen tres momentos en la formación de un sistema de dominación: el momento de las
posiciones de poder, el momento de las pugnas de poder y el momento final de la dominación
establecida como sistema. El ejemplo histórico que se proporciona en el libro para ilustrar esos
momentos que culminan en un sistema de dominación propiamente dicho es el de la conquista
de América desde México hacia el sur, distinguiendo entre las posiciones de poder que antes
de la conquista poseían en estado potencial los europeos y los indoamericanos. De allí derivó
una pugna de poder bajo la forma de guerra de conquista a fines del siglo XV y comienzos
del siglo XVI, que culminó con un sistema de dominación (fundado en las instituciones de
la esclavitud y la servidumbre) que, en áreas rurales de América Latina, duró por lo menos
tres siglos. Se incluyen en esta parte dos temas adicionales, primero una discusión sobre la
legitimidad científica de las nociones de poder y de dominación y, segundo, una reflexión sobre
el factor de última instancia que ha ido quebrando los sistemas establecidos de dominación.
Este factor es el cambio técnico, cuya plena propagación y asimilación social se verificó a
partir de la Revolución Industrial Británica y de la difusión del capitalismo a escala planetaria.
Todas estas reflexiones están incluidas en la parte tercera del libro que hoy presento.
A diferencia de la noción de explotación profundizada por Marx en su obra principal El
Capital, la noción de dominación es más amplia y engloba a la primera. Si bien toda relación
estructurada de explotación es una relación de dominación, no toda relación de dominación
implica una relación de explotación. Asimismo, el significado ético de una relación estructurada
de dominación debe dilucidarse a la luz de las nociones de justicia. En general puede postularse
que no toda relación de dominación es ipso facto una relación injusta y, en consecuencia
ilegítima. En efecto, toda sociedad humana está, de un modo u otro, relativamente estratificada,
de acuerdo a posiciones que implican cuotas de poder. Todo depende de los fines que se
proponen los agentes dominantes y de las consecuencias que dimanan de los mismos.
También depende de la medida en que, libre y genuinamente, los agentes dominados asumen
como propios los fines últimos buscados por los agentes dominantes.
Sin embargo quedaba un aspecto esencial de mi crítica a la teoría económica neoclásica,
todavía dominante en occidente bajo su formato neoliberal. En efecto, si el mercado no se
autorregula de manera eficiente, justa y ambientalmente sustentable, y si su dinámica solo
expresa posiciones sociales de poder, entonces la reflexión se sustrae del ámbito de los
mercados y se traslada al sistema político. En otras palabras la dinámica del mercado se
encuadra siempre en la dinámica del sistema político. Y esto significa la necesidad de estudiar
los sistemas políticos que han acompañado la difusión del capitalismo en la era contemporánea.
Dicho de otra manera, la dinámica del mercado y sus asimetrías de poder deben buscarse
no solo en su interior, sino también fuera del mercado, en las instituciones de la estructura
social en su conjunto y en el poder normativo del Estado que regula dichas instituciones. La
parte segunda del libro aborda esta tarea, centrándose en el sistema político dominante en el
occidente actual, que es el sistema democrático bajo sus diferentes modalidades. Esta parte
distingue entre los aspectos procedimentales y los aspectos ético-sustantivos del sistema
político. Los aspectos procedimentales se refieren al conjunto de mecanismos que en los
regímenes de base republicana sirven para acceder a las posiciones de poder del Estado, tales
como el sufragio, sea censitario o universal, la pugna entre los partidos políticos, la división y
equilibrio de poderes legislativos, ejecutivos y judiciales, etc. De otro lado, los aspectos ético-
sustantivos del sistema político, examinados en el libro, se refieren a los valores propios de
los regímenes democráticos, tales como la libertad, la igualdad, la fraternidad, y el conjunto
de derechos, libertades y obligaciones ciudadanas en la esfera civil, económica, cultural, etc.,
que culminaron con la Declaración Universal de los Derechos Humanos, donde se fijaron, a
partir de la Segunda Guerra Mundial, los ideales de la cultura democrática de las denominadas
democracias sociales.
Por último, el libro aboga por una democracia republicana y multidimensional o integral. El
rasgo republicano de esta visión de la democracia recupera las nociones de virtud cívica y de
justicia que también se remontan a Aristóteles, para quien la justicia era la virtud practicada
respecto del prójimo, y distinguía entre la justicia conmutativa o reparadora, aplicable a las
relaciones contractuales de naturaleza voluntaria como las del mercado, y la justicia distributiva,
referida al reparto de bienes sociales como la fortuna, la honra, el poder o la educación. Es
claro que la democracia en que pensaba Aristóteles coexistía con la institución de la esclavitud,
en tanto que en la democracia de los modernos todos los seres humanos pueden aspirar a una
ciudadanía compartida. Por último, el carácter integral o multidimensional de esta democracia
ideal se refiere a la lectura sistémica ya comentada, donde los derechos y deberes ciudadanos
no se limitan al sistema político, sino que también existen derechos y deberes que operan
en el campo económico, cultural o biológico ambiental. Todos estos temas se abordan en la
segunda parte del libro. Al ser yo un economista, reconozco las debilidades y esquematismos
de esta parte, cuyo único objetivo es invitar a los filósofos políticos a interactuar reflexivamente
con los filósofos de la economía.
Finalmente, en este recorrido inverso llegamos a la primera parte, donde se efectúa un
estudio de los rasgos que son propios del sistema capitalista contemporáneo. Esta primera
parte fue la última en ser redactada, y hace un uso sistemático de las investigaciones
teóricas contenidas en las partes anteriores y en cierto sentido es una “destilación” de
dichas reflexiones. Esta primera parte también profundiza en los aspectos más específicos,
tanto del capitalismo transnacional y globalizado del siglo XXI, como de las corporaciones
transnacionales que ejercen el poder de asignar los recursos económicos en el mundo actual,
por lo tanto, también destila y resume los contenidos de la parte sexta del libro. En particular
se examina el poder del capital financiero en esta era global, y la manera como este capital
financiero ha conquistado y colonizado los Estados democráticos, no solo de las regiones
periféricas del mundo sino también de los grandes centros hegemónicos de Occidente. Los
sistemas políticos de los países centrales están por ahora subyugados a la lógica omnipotente
de las entidades y de los mercados financieros, con un aparato fiscal subordinado a las
políticas monetarias concebidas por Bancos Centrales que, como en el caso de la Eurozona,
no responden a los intereses nacionales de la mayoría de los países miembros.
El resultado visible es el derrumbe de las democracias sociales y de los Estados
benefactores que se construyeron en la posguerra y el surgimiento de movimientos sociales
fragmentados a escala nacional como los indignados, Occupy Wall Street, la primavera árabe,
y también en los países latinoamericanos los movimientos juveniles que luchan por los bienes
públicos y los derechos sociales básicos.
En conclusión, la lucha por romper la hegemonía de los mercados financieros globales
privadamente controlados, y por asegurar una verdadera responsabilidad social corporativa,
deberá pasar por un fortalecimiento de las democracias occidentales hoy amenazadas por el
poder desbordado del capitalismo global y de las corporaciones transnacionales que pretenden
autorregularse al margen de las instituciones del Estado democrático.
Resumiendo lo dicho, la preocupación central abordada en este libro son las
formas presuntamente autorreguladas de los mercados globales y de las corporaciones
transnacionales que son sus actores dominantes. El libro cuestiona severamente los
dogmas del fundamentalismo de mercado que sostiene aquellas premisas y que ha dado en
denominarse neoliberalismo y es el fundamento de un nuevo sistema de dominación. En esta
presentación, las partes del libro han sido comentadas en orden inverso al que figuran en el
texto, precisamente para facilitar la comprensión de su hilo conductor.
Muchas gracias
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