EL KEYNESIANISMO Y EL ESTRUCTURALISMO LATINOAMERICANO

El keynesianismo puede ser entendido como las diferentes corrientes de pensamiento que se derivaron de las contribuciones efectuadas por John Maynard Keynes a la teoría económica.

El elemento revolucionario de las contribuciones de Keynes fue su punto de vista macroeconómico, fundado en la noción de demanda agregada para evaluar las teorías del valor y de la distribución.

De aquí derivaron no sólo importantes consecuencias en el campo teórico, sino también argumentos legitimadores de la intervención gubernamental en la economía, los que contribuyeron a la consolidación de los así denominados Estados de Bienestar y a la fundamentación de las democracias sociales que surgieron en Europa Occidental al final de la Segunda Guerra Mundial.

La teoría económica académica dominante en la tradición clásica y neoclásica había prestado poca atención a la perspectiva macroeconómica. Ella se asociaba tradicionalmente a dos contribuciones heredadas de la escuela clásica: la llamada Ley de Say y la teoría cuantitativa de la moneda. Estas dos nociones decían primero que la economía como un todo no podía evidenciar crisis de sobreoferta porque los bienes en última instancia se compran con bienes y, por lo tanto, cada venta es una compra y viceversa. La segunda noción, vinculada a la teoría cuantitativa de la moneda, decía que el dinero cumplía una función puramente neutral e instrumental en el proceso económico y afectaba el nivel, pero no la estructura de precios de mercado, siendo como un velo que recubre, pero que no modifica las relaciones reales de intercambio.

La Ley de Say y la Teoría Cuantitativa del Dinero se habían mantenido inalteradas desde los orígenes clásicos de la economía como ciencia. Pero Keynes elaboró una teoría macroeconómica alternativa. En rigor creó la primera formulación macroeconómica completa que en sus conclusiones negaba el dogma clásico y neoclásico de la autorregulación de los mercados. También reivindicó el papel crucial del dinero como lo indica el propio título de su obra principal: Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero.

El objetivo de Keynes era demostrar que las economías capitalistas más desarrolladas podían experimentar, y efectivamente experimentaban, crisis de sobreproducción que conducían a graves situaciones de desocupación de la fuerza de trabajo en particular y de la capacidad productiva del sistema económico en general. En realidad, la profunda depresión económica de los años treinta era una demostración práctica, directa y dolorosa de que esas crisis existían y que la desocupación masiva de la fuerza de trabajo traía graves calamidades de naturaleza no solo económica, sino también social y política.

A diferencia de la macroeconomía clásica y neoclásica que suponía pleno empleo «automático» y tomaba una perspectiva de largo plazo apoyada en la noción de oferta agregada, Keynes efectuó un planteamiento de corto plazo, apoyado, cabe repetirlo, por el lado de la demanda agregada. Para la escuela neoclásica, contemporánea a este economista y dominante en la esfera académica, la oferta agregada podía representarse por una función de producción macroeconómica, caracterizada por rendimientos constantes a escala, donde cada factor productivo evidenciaba una productividad marginal decreciente. Dejando de lado los tecnicismos del enfoque marginalista neoclásico, difíciles de resumir en pocos párrafos, la conclusión neoclásica era que, desde una perspectiva macroeconómica, se suponía un equilibrio estable de los mercados y una remuneración a los factores productivos equivalente a las contribuciones marginales de cada uno de ellos al producto global.

Para refutar este dogma de la autorregulación eficiente, Keynes partió desde el lado de la demanda agregada y definió el producto social desde el punto de vista del gasto. Determinó, asimismo, la demanda agregada como la suma del gasto en consumo más el gasto en inversión más el gasto de otros países en los bienes internamente producidos (gasto en exportaciones),menos el gasto doméstico en productos extranjeros (importaciones).

El elemento diferente y esencial que introduce Keynes es el concepto de consumo y su relación causal con el concepto de ingreso, a la que generalmente se identifica con el nombre de «función consumo». Desde ese nuevo punto de vista, derivó importantes conclusiones relacionadas con la racionalidad de quienes consumen o ahorran por un lado, y quienes invierten por el otro. Los consumidores gastan y/o ahorran atendiendo al nivel del ingreso con que cuentan, y las empresas invierten atendiendo a la rentabilidad de sus inversiones, comparada con el nivel de las tasas vigentes de interés, en un cálculo conocido como eficacia marginal del capital.

Puesto que las razones por las cuales las personas consumen y ahorran son diferentes a las razones por las cuales los empresarios se deciden a invertir, Keynes observó que el ahorro (ingreso personal no consumido) no tenía por qué ser igual a la inversión (determinada con base en el comportamiento de la rentabilidad esperada de las inversiones y de la tasa de interés). En los países y estratos sociales de ingreso más alto, donde –dada una cierta distribución del ingreso- existe saturación de las oportunidades de consumo y altos niveles de ahorro residual, el gasto total de la comunidad podía ser inferior a la oferta agregada. La clave de ese desequilibrio radicaba en un monto de ahorro residual superior al monto que los empresarios desean invertir.

Anterior a los años treinta, las mediciones habituales y generalizadas del producto o el ingreso eran insuficientes. No se contaba en general con adecuados datos estadísticos regularmente compilados, sobre magnitudes agregadas a escala nacional. Los razonamientos de Keynes exigían ese tipo de información. De esta manera el apoyo empírico de las reflexiones macroeconómicas es esencial y permite validar o falsar las hipótesis que se discutan. A diferencia de los textos académicos de microeconomía, que trabajan con magnitudes sospechosamente abstractas tales como utilidad, bienestar, etc., los textos de macroeconomía, a partir de Keynes, siempre empiezan con capítulos donde los alumnos son introducidos al conocimiento de las variables macroeconómicas y los métodos para medirlas. Solamente después de ese conocimiento se penetra en las elucubraciones teóricas propiamente dichas.

La propuesta estratégica del propio Keynes frente a este diagnóstico fue la necesidad de la presencia permanente del Estado como agente regulador y estabilizador de las economías capitalistas desarrolladas.

En resumen, Keynes: a) fundó una nueva rama de la teoría económica: la macroeconomía; b) demolió los dogmas de la autorregulación de los mercados; c) demostró que el dinero, lejos de ser un mero velo de los procesos reales, es esencial en la formulación y ejecución de las políticas fiscales y monetarias; d) reivindicó el papel del estado como un actor no solo legítimo sino también imprescindible del proceso económico; e) generó un fundamento teórico para legitimar las democracias sociales, que tanto en el mundo desarrollado como el mundo en desarrollo se establecieron tras el fin de la Segunda Guerra Mundial.

Los partidarios de Keynes agrupados en la Universidad de Cambridge, Inglaterra, tomaron las ideas de su maestro, que estaban formuladas para el corto plazo y dirigidas a las fluctuaciones de la demanda agregada, y las proyectaron al largo plazo. En este horizonte teórico abrieron el campo para la formulación de una teoría del crecimiento económico en donde no se presumía la existencia de mecanismos autorreguladores de mercado que condujeran espontáneamente al crecimiento equilibrado. Esta visión del tema conducía naturalmente a recomendaciones estratégicas que legitimaban la intervención gubernamental y la planificación democrática como instrumentos necesarios para promover el desarrollo.

En el ámbito teórico, estas ideas dieron lugar a una larga y accidentada polémica con la escuela neoclásica marginalista predominante en Estados Unidos (especialmente en Cambridge Massachusetts).

Los keynesianos atacaron la lógica del cálculo marginal y la teoría utilitarista del valor. También cuestionaron las funciones macroeconómicas de producción neoclásicas desde el punto de vista de la legitimidad de sus unidades de medición. En esta polémica entre «las dos Cambridge» participaron economistas británicos de primera línea como Piero Sraffa y Joan Robinson. Finalmente las ideas de Keynes fueron absorbidas por la síntesis neoclásica-keynesiana efectuada por la teoría académica predominante, a través de las traducciones y adaptaciones efectuadas por connotados economistas como John Hicks y Paul Samuelson. Se produjo así una compatibilización, absorción y, en algún grado, una desfiguración de sus ideas originales.

Esta polémica también se extendió al campo de los modelos de crecimiento económico. Los neoclásicos partían del supuesto de que la competencia perfecta (Walras) y la flexibilidad de las funciones macroeconómicas de producción (Solow) eran suficientes para lograr un proceso de crecimiento equilibrado de largo plazo bajo condiciones de pleno empleo. Los discípulos de Keynes no creían en esa espontaneidad del equilibrio con pleno empleo y se interrogaron respecto a las condiciones requeridas para lograrlo efectivamente mediante adecuadas medidas de política económica. En particular Domar, Harrod, Kaldor y Pasinetti se preocuparon por desarrollar modelos que expresaran las condiciones de equilibrio que el mercado no podía proveer espontáneamente.

El keynesianismo sembró sus semillas en los países en desarrollo. En particular CEPAL-ONU efectuó contribuciones en el campo macroeconómico de las cuentas nacionales, inspiradas en las variables keynesianas y adaptadas a las especificidades de la región. Asimismo, Raúl Prebisch, inspirador de las ideas de CEPAL, publicó en 1947 un libro titulado Introducción a Keynes. El enfoque macroeconómico no solo fue útil para proveer medidas sintéticas del grado y ritmo del crecimiento económico, sino que las ideas keynesianas también sirvieron  para el tratamiento teórico y empírico de la desigualdad social.

La función consumo keynesiana permite examinar las composiciones del gasto en consumo correspondientes a diferentes niveles de ingreso, y por lo tanto, de allí se derivan impactos causales sobre la composición de la demanda agregada. Por ejemplo, medidas fiscales orientadas a desconcentrar la distribución del ingreso personal, fijar salarios mínimos, subsidiar a los desempleados, etc., cambian la composición de la demanda y, por consiguiente, de la oferta global, remodelando de esta forma la estructura productiva de las economías bajo análisis. Los estructuralistas latinoamericanos agrupados en torno a CEPAL combinaron las enseñanzas del keynesianismo con otras visiones sistémicas, como la derivada de las relaciones intersectoriales formulada por Wassily Leontief .

Sería reduccionista, sin embargo, afirmar que el keynesianismo es el fundamento teórico principal de las ideas estructuralistas latinoamericanas, ya que la así denominada visión centro-periferia atribuye un papel central a la generación y distribución del progreso técnico, tanto a escala internacional como nacional. Este aspecto fue ignorado completamente por las elucubraciones cortoplacistas iniciales de Keynes. De otro lado, la así denominada perspectiva histórico-estructural del pensamiento de CEPAL fue claramente influida por otras visiones de mundo tales como las de Marx y Weber. De estos grandes pensadores, la Escuela Latinoamericana del Desarrollo derivó una perspectiva multidimensional que no se contiene en el ámbito de las reflexiones puramente económicas del keynesianismo.

Fragmento extraído de Armando Di Filippo (2013), PODER CAPITALISMO Y DEMOCRACIA, RIL EDITORES, SANTIAGO DE CHILE.