UNA TEORÍA MULTIDIMENSIONAL DEL VALOR ECONÓMICO

 

Armando Di Filippo

 

Este trabajo propone la tarea de descubrir y recrear una visión multidimensional del valor económico (es decir, de aquello que es medido por los precios y cantidades de mercado y que está detrás de las nociones de ingreso y producto a escala social) que dé cabida a las restantes dimensiones de la sociedad humana y a los científicos sociales que las cultivan, para que penetren en ese terreno blindado y vedado de las actividades económicas y de la ciencia económica actual. Se trata, en otras palabras, de construir avenidas de ida y vuelta entre la ciencia económica y las restantes ciencias sociales y biológico-ambientales que afectan la vida humana. Son dichas avenidas las que permiten establecer vínculos entre la visión multidimensional del valor económico y la visión multidimensional o integral de la democracia planteada en el capítulo anterior.

En lo que sigue, presentamos sintéticamente el significado de una visión multidimensional de las teorías del valor.

Una teoría multidimensional del valor, única capaz de conectar las influencias recíprocas entre subsistemas sociales, con el fin de introducir planteamientos éticos en la ciencia económica, debería

incluir, entre otros, los siguientes rasgos:

a) Los precios y los ingresos considerados como magnitudes reales son, respectivamente, medidas del poder de mercado detentado y ejercido por las partes contratantes;

b) El poder de mercado requerido para la adquisición de una mercancía depende, según cuál sea la mercancía de que se trate, de posiciones asimétricas por el lado de la oferta y de la demanda. Si bien esas posiciones asimétricas se fundan de manera directa y en primera instancia sobre la estructura de la propiedad, en segundo lugar y de manera indirecta pueden fundarse en cualquiera de (o en todas) las reglas institucionales y técnicas de las sociedades humanas que afectan los mercados;

c) Se conciben las sociedades humanas como sistemas concretos en los que, con fines teóricos, es posible distinguir al menos cuatros subsistemas: biológico-ambiental, económico, cultural y político. Cada subsistema responde a cada dimensión de la condición humana: somos entidades biológicas, instrumental y moralmente racionales e intrínsecamente sociales. Sin embargo, existe una total interpenetración e interdependencia causal entre todos los subsistemas de la sociedad, derivada del hecho que sus componentes básicos somos siempre los mismos seres humanos, expresándonos a través de nuestras diferentes dimensiones;

d) Una parte esencial de las necesidades de los seres humanos deriva de las potencialidades a ser desarrolladas por parte de estos en las diferentes dimensiones (biológica-ambiental, instrumentalmente racional, moralmente racional y política) de su humanidad. Las necesidades básicas son aquellas que constituyen la plataforma a partir de la cual es posible intentar la actualización completa de sus posibilidades superiores;

e) Esas necesidades básicas consideradas en su esencia, derivan de dimensiones que son permanentemente constitutivas de la naturaleza humana, por lo tanto, son universales y transhistóricas. Sin embargo, esas mismas necesidades consideradas a través de la existencia de cada hombre, son satisfechas, total o parcialmente, con bienes, servicios (satisfactores) que son muy variables, históricamente condicionados, particulares y sujetos a diferentes apreciaciones subjetivas;

f) El puente entre satisfactores y necesidades básicas y objetivas puede lograrse apelando al conocimiento científico aplicado. Este conocimiento no entrega respuestas definitivas ni infalibles, pero arroja luz creciente sobre la distinción entre necesidades objetivas y preferencias subjetivas: la medicina nos informa respecto de las necesidades objetivas de salud; la arquitectura, de las necesidades mínimas o básicas atingentes a las condiciones de habitabilidad de las viviendas; la nutrición como disciplina, del valor nutritivo de los alimentos capaces de satisfacer nuestras necesidades en dicho campo; las ciencias de la educación, de las técnicas pedagógicas mínimas necesarias en materia de información y conocimiento, etc. Este tipo de ciencia aplicada nos conduce a lo que podríamos denominar «pragmatismo responsable», por oposición a ciertas formas de usar la tecnología (contaminación, destrucción de la biodiversidad, etc.), constitutivas de un pragmatismo irresponsable.

g) Es posible entonces construir «canastas» mínimas de satisfactores que responden a necesidades básicas, tanto las universales, que son propias de toda naturaleza humana, como las particulares, que dependen del orden histórico concreto (necesidades de locomoción, por ejemplo, para trasladarse por una determinada ciudad). Esas «canastas» son el fundamento de la construcción de índices de precios, a partir de los cuales se pueden calcular magnitudes de poder adquisitivo general, las que otorgan inteligibilidad y significación humana a la noción de valor económico. Como lo hizo notar Keynes en su Treatise on Money, esos índices de precios también son la forma de evaluar el poder de mando sobre el trabajo que los empresarios ejercen, a través de las unidades salariales con las cuales remuneran a sus empleados;

h) Sin embargo, la ética mínima de las necesidades básicas, sean estas universales o particulares, es sólo un punto de partida. Luego viene el terreno mucho más complejo de las vocaciones, aptitudes y preferencias subjetivas, asociadas a las libertades humanas. Esto nos lleva a otro aspecto del asunto que vincula los conceptos de libertad y poder en la esfera de las relaciones económicas en particular y de las relaciones sociales en general. En su teoría del valor Amartya Sen (2000), sustituye la noción de utilidad por la noción de libertad. Por ejemplo, cuando dice que dos consumidores extremadamente frugales pueden consumir los mismos alimentos, pero uno lo hace por razones derivadas de la dieta que está asumiendo y el otro, porque carece de dinero para consumir más alimentos. Amartya Sen dice, en su propio lenguaje, que el primero tiene más capacidad para desempeñar funciones (actos concretos como comer), y esa capacidad es una forma de libertad de la que carece el otro consumidor, pobre o indigente. Sin embargo, en una situación como la descrita por Sen, un libro como el presente enfatiza la noción de poder (por ejemplo, poder adquisitivo general) que detenta el primero de los consumidores hipotéticos, por encima de las nociones de libertad y de capacidad que elabora Sen.

i) En efecto, el terreno de las libertades humanas es también el terreno de las posiciones, pugnas y estrategias de poder. Por ello, la libertad personal es en la esfera individual, la contrapartida de lo que es el poder de las personas en la esfera social. Todo cambio social y todo desarrollo humano a escala social dependen del uso humano de las libertades y de los poderes derivados de ordenamientos institucionales históricamente concretos. Con ello la visión de la democracia integral es particularmente adecuada para captar las formas específicas que asumen la libertad y el poder en los diferentes subsistemas de las sociedades humanas y entender su traducción a precios de mercado.

j) A este nivel, el de las libertades y de los poderes, queda planteado en definitiva el tema ético político de la justicia distributiva, que no se resuelve solamente en la esfera de los subsistemas económicos, sino que deriva también de la lógica de los subsistemas políticos y culturales. De aquí la importancia que reviste incluir el concepto multidimensional de democracia en cualquier reformulación de la teoría económica y, más específicamente, de las teorías del valor económico.

Vínculos entre las nociones de libertad, necesidad y poder

La noción de necesidad alude a algo que no puede ser de otra manera. Por ejemplo, la ciencia alude a algunas leyes que son necesariamente verdaderas. La noción de verdad en su sentido epistemológico (todos los hombres son mortales, la tierra gira alrededor del sol, etc.) también se refiere a algo necesario, independiente de opiniones o decisiones personales. Por lo tanto, la noción de necesidad contiene la idea de objetividad.

Por oposición, la noción de libertad en ciencias sociales se aplica a situaciones que pueden ser de otra manera y que dependen de una opción voluntaria, intencional y deliberada. La libertad se predica respecto de un sujeto que puede optar, preferir, elegir. El ejercicio de la libertad se ve favorecido por un conocimiento verdadero de las opciones reales. Por lo tanto, el conocimiento de la verdad aumenta los grados de libertad de las personas. Esto evoca una expresión con resonancias profundas: «la verdad nos hace libres». Pero en este caso hablamos de las limitadas verdades que los saberes humanos pueden llegar a conquistar. Esas verdades también nos hacen un poco más libres. La afirmación opuesta no parece tan clara: si estoy dotado de libertad (poder para elegir), esto no garantiza que mi elección responda a un conocimiento verdadero del ámbito donde pretendo ejercitarla.

El concepto de necesidades básicas objetivas y universales ha sido estudiado por Doyal y Gough (1999). Pero de manera explícita o implícita, a partir del concepto de objetividad y universalidad de las necesidades humanas, emerge el tema de la naturaleza humana. Se requiere examinar el vínculo entre el concepto de necesidades básicas objetivas y el concepto de seres humanos, para luego entrar al examen de la relación necesidades-poder.

De partida, conviene aclarar que el concepto de necesidades básicas objetivas es fundamental para el planteamiento presente, y la idea de objetividad de las necesidades debe ser caracterizada con mayor profundidad. Las opciones aquí varían según cuál sea el método a partir del cual se puede caracterizar la objetividad de las necesidades humanas. De un lado, cuando adjudicamos a una necesidad el apelativo de «objetiva», ese carácter radica en su independencia respecto del modo de pensar o de sentir de quien experimenta esa necesidad. En este sentido «objetivo» se opone a «subjetivo». Lo subjetivo se relaciona con el «sujeto» y su modo de pensar o de sentir en contraste con el mundo externo (objeto).

En economía la oposición conceptual que proponemos es, específicamente, la que existe entre necesidades objetivas y preferencias subjetivas. Por ejemplo, un niño desea comer «comida chatarra», pero necesita una nutrición adecuada, o le fatiga aprender a leer y escribir, pero necesita alfabetizarse. Un fumador aquejado de enfisema pulmonar desea fumar, pero necesita abandonar definitivamente el cigarrillo; algo semejante le ocurre a un drogadicto deteriorado por el consumo de narcóticos, etc. Sabemos que determinadas opciones humanas conducen necesariamente a determinados resultados que son inevitables.

Desde luego, no se trata de negar o ignorar las preferencias subjetivas que son inherentes al ejercicio del poder y de la libertad. Sin embargo, hay dos maneras diferentes de enfocar el asunto. Estas preferencias pueden ser examinadas «en clave utilitarista», refiriéndose, por ejemplo, a las preferencias soberanas del consumidor solvente. También pueden ser examinadas en «clave virtuosa»; por ejemplo, la opción de un joven estudiante, ansioso de perfección, entre el cultivo de diferentes ciencias o artes. Estas interpretaciones alternativas son decisivas cuando se trata simplemente de establecer una mínima escala de prioridades sociales que respondan a algún criterio de justicia en la distribución de oportunidades sociales.

Hay dos estrategias diferentes para abordar el concepto de necesidades objetivas. Una de ellas es partir de una determinada concepción de la naturaleza, esencia o condición humana,  y derivar de ella las necesidades esenciales que corresponden a dicha naturaleza o condición. La segunda estrategia para la determinación de las necesidades básicas, niega que el ser humano posea esa esencia o naturaleza transhistórica; se apoya por lo tanto en la historicidad y la relatividad de las necesidades humanas y no establece una distinción tajante entre necesidades objetivas y preferencias subjetivas.

Nótese que, aún en el caso de que las necesidades básicas sean determinadas por un consenso social intersubjetivo, esas necesidades serán en parte «objetivas», en el sentido de que no dependen necesariamente de la opinión consciente de quien las experimenta (por ejemplo niños analfabetos, adultos que no están conscientes  de su enfermedad, etc.).

Personalmente creo que el descubrimiento de la objetividad de las necesidades humanas depende, más bien, de un ascenso hacia verdades científicamente verificables. Este ascenso hacia el conocimiento de la verdad es un componente esencial del desarrollo humano. Pero el consenso social intersubjetivo puede incluir consideraciones científicas socialmente reconocidas que adquieren especial validez. Por lo tanto, es posible incorporar la objetividad socialmente asimilada de las conclusiones de la ciencia, sin quebrar la libertad humana requerida para los consensos intersubjetivos que se entretejen a través del diálogo propio de una democracia integral.

Fragmento extraído de Armando Di Filippo (2013),  Poder Capitalismo y Democracia, RIL Editores.