DEMOCRACIA INTEGRAL Y DESARROLLO  HUMANO

Armando Di Filippo

 

El derecho a elegir y a ser elegido a cargos gubernamentales por parte de los ciudadanos de un régimen democrático, otorga un papel central a los seres humanos, ya que la condición de ciudadano se predica solamente respecto de los seres humanos.

 

Si bien no todo ser humano ha sido investido, en la historia, con la condición de ciudadano, queda claro que todo ciudadano debe ser necesariamente un ser humano. Este énfasis en la condición humana de cualquier ciudadano puede parecer una perogrullada obvia, si no fuera porque en el presente de las megacorporaciones capitalistas se ha acuñado la equívoca expresión «ciudadanía corporativa » o «ciudadanía empresarial» que confunde el significado básico de nociones centrales de la ciencia política establecidas desde los tiempos de Aristóteles.

El sufragio universal es una, entre tantas formas de establecer esa centralidad del ciudadano que, a través de ese mecanismo, expresa su voluntad soberana y constituye los fundamentos del poder del estado. En caso de que el derecho a elegir y ser elegido se extienda a todos los seres humanos, significa que la centralidad del ciudadano se convierte en la centralidad del ser humano como fuente de legitimidad y poder de los regímenes políticos.

 

La otra forma de establecer esa centralidad de los seres humanos en el proceso democrático, se asocia a la noción, de origen liberal, de derechos humanos. Pero, para la visión republicana en su modalidad de democracia integral, esta noción carece de vigencia efectiva y de empoderamiento eficaz, si no guarda correspondencia con una correlativa especificación de los deberes, obligaciones, compromisos y responsabilidades de los encargados de hacer cumplir aquellos derechos.

 

Si se acepta ese lugar central para la noción de ser humano, entonces la democracia integral debe ser una expresión a escala social de la defensa de aquellos rasgos que definen a un ser humano. Siguiendo a Aristóteles, los seres humanos poseen cuatro rasgos bastante definitorios que son objetivos y universales: a) la animalidad con sus condiciones biológico-ambientales subyacentes, b) la racionalidad moral o la capacidad y voluntad para proponerse fines y valores que pueden ser juzgados a la luz de principios éticos, c) la racionalidad instrumental o la capacidad de producir instrumentos destinados a satisfacer los fines de la vida social, y d) la «socialidad», entendida como una condición objetiva inherente a la naturaleza humana, por oposición a «sociabilidad», que es un término más equívoco y se refiere más bien a una disposición personal y voluntaria a ser más o menos sociable.

 

Los seres humanos son animales sociales, pero la «socialidad » humana es más compleja y desarrollada que la «socialidad» de otras especies animales, y esa complejidad se expresa en el dictum de Aristóteles, de que los seres humanos son «animales políticos». Desde luego la noción de animal político incluye la de animal social, pero lo inverso no es necesariamente cierto. Por eso, solamente los humanos en este planeta somos animales políticos. La condición de animal político es objetiva e independiente de la conciencia de quienes lo son, así como la condición de bípedo es inherente a las formas de la animalidad humana, y no porque alguien se empecine en caminar como un cuadrúpedo, modificará un elemento que ya es inherente a la condición humana.

 

A cada uno de estos cuatro rasgos de la condición humana (animalidad, racionalidad moral, racionalidad instrumental y «socialidad») les corresponden cuatro subsistemas sociales (biológico-ambiental, cultural, económico y político). Esta correspondencia es desde luego planteada aquí de una manera aún borrosa, y expresa no más que un bosquejo que debería ser profundizado. Pero sirve para señalar el nexo entre las cuatro dimensiones definitorias de los seres humanos y los cuatro subsistemas constitutivos de toda sociedad humana.

En suma, una democracia integral es aquella entendida multidimensionalmente como democracia postulada y practicada no sólo en la esfera política, sino también en las dimensiones biológicoambiental, económica, y cultural. En consecuencia, una democracia de este tipo, si asume un carácter republicano, debería incluir listas de derechos y obligaciones, no sólo políticos sino también económicos, biológico-ambientales y culturales. Los derechos ciudadanos deben ser empoderados mediante el compromiso y las obligaciones asumidas por aquellos dotados de poder. Con tal objeto se requiere establecer quién, cuándo y cómo asume las responsabilidades requeridas para dar vigencia a esos derechos ciudadanos.

 

A la noción de poder, entendida como una posición social institucionalizada ocupada por una persona, le corresponde en el otro polo la noción de impotencia social o pobreza. La noción de pobreza puede ser caracterizada como carencia de poder en algún ámbito de la vida social. Los pobres son seres humanos que tienen derechos (merecimientos o méritos suficientes que justifican pretensiones) a recibir ciertos bienes de la sociedad, pero no están empoderados por la sociedad para que esos derechos adquieran vigencia. La pobreza es así una privación de algo que necesariamente se debería poseer. Los pobres, igual que los ricos, están en potencia de superar su pobreza cultural (por ejemplo, alfabetizándose), de superar su pobreza económica (accediendo a los recursos que se ofrecen en los mercados), de superar su pobreza biológico-ambiental (respirando aire limpio y bebiendo agua no contaminada), y de superar su pobreza política (accediendo a los derechos civiles y ciudadanos básicos).

 

La versión multidimensional o integral de la democracia republicana se propone precisamente actualizar las potencialidades de los pobres, incorporándolos plenamente a la participación en todas las dimensiones de la vida social. Para ello deben ser empoderados, es decir, debe otorgarse vigencia efectiva a sus derechos biológicoambientales, económicos, sociales y políticos.

 

El papel político del estado es fijar las reglas de juego de las sociedades humanas en todas sus dimensiones. Por lo tanto, el objeto de acción de todo estado que detenta el poder político (monopolio de la coerción) incluye el dictado de las reglas formales, legales y de curso obligatorio que determinan la dinámica de los cuatro subsistemas mencionados. Desde este punto de vista pueden entenderse las reflexiones de Aristóteles que atribuían la preeminencia de la política por encima de cualquier otra ciencia práctica.

La política en efecto es una práctica y una disciplina «envolvente », por así decirlo, que fija las reglas de juego básicas que determinan el funcionamiento de todos los subsistemas sociales y la forma en que puede establecerse la correspondencia entre ellos.

Nótese, sin embargo, que los contenidos de la cultura fijan los valores y fines de la acción humana, con lo que también la cultura alude a una práctica y una disciplina envolvente, interiorizada en los comportamientos humanos cotidianos.

 

Entendida de este modo, la «democracia republicana multidimensional » pone a los seres humanos integralmente considerados en el centro de los fines últimos que orientan el proceso social. Si se acepta esta humanización integral de la democracia, entonces el objetivo general del proceso democrático se asocia con la noción de desarrollo humano predicada para todo y cada uno de los seres humanos que componen la vida social. La noción de desarrollo humano tiene un contenido conceptual debatible y posee diferentes acepciones, pero en cualquier caso coloca a los seres humanos en el centro del debate. Aquello respecto de lo cual se predica el desarrollo no son los subsistemas económicos, políticos o culturales por sí mismos, sino los seres humanos mismos.

En consecuencia, nociones como desarrollo económico, desarrollo político o desarrollo cultural son puramente instrumentales e ininteligibles si no se específica su conexión con alguna noción socialmente aceptada de desarrollo humano.

 

Fragmento extraído de Armando Di Filippo (2014), Poder Capitalismo y Democracia.  RIL Editores, Santiago Chile