El concepto multidimensional o integral de democracia nos obliga a una consideración igualmente multidimensional de algunos términos clave para nuestra indagación; por ejemplo, los términos de institución, necesidad, privación, pobreza, justicia, igualdad, etc. Todos estos conceptos son o pueden ser concebidos como multidimensionales y examinados desde perspectivas biológico-ambientales, económicas, culturales y políticas. Es por esto que el principal «término envolvente» de nuestra argumentación, que es la democracia, también puede ser concebido de modo multidimensional. Personalmente considero que el término justicia subyace en el término democracia, cuando se lo considera de manera sustantiva y no meramente procedimental. De aceptarse esta afirmación el término multidimensional envolvente sería en última instancia el de justicia.

Cualquier sociedad humana claramente identificable en un momento del tiempo puede verse como un sistema social concreto compuesto por diferentes subsistemas que lo integran. Los subsistemas se «interpenetran» unos con otros e «interdependen» unos de otros, pues no existen causalidades lineales. Este punto es importante porque precisamente la teoría económica más difundida y aceptada en Occidente tiende a compartimentarse y tratar de explicar los subsistemas económicos acudiendo a variables puramente económicas. Debe recordarse la multidimensionalidad de la condición humana, en virtud de la cual, cada ser humano opera o actúa simultáneamente en todas las dimensiones anteriormente enunciadas. Los comportamientos humanos concretos dependen de la manera particular como todos los subsistemas concretos de una sociedad humana operan simultáneamente sobre cada ser humano en diferentes situaciones concretas. De otro lado, en el dilema necesidades humanas versus derechos humanos, tanto por razones kantianas como aristotélicas, el concepto relevante y socialmente operacional es el de obligaciones o deberes humanos espontáneamente asumidos. Esto nos conduce al concepto aristotélico de justicia (virtud practicada respecto del otro). O al concepto kantiano de imperativo categórico, orientado a tratarnos recíprocamente como fines y no como medios. Los derechos humanos no respaldados por una contrapartida de obligaciones y responsabilidades voluntariamente asumidas (especialmente por aquellos que detentan poder), son meros espejismos retóricos (o «unicornios», según la ironía de MacIntire). Si las obligaciones de aquellos que detentan poder institucionalizado en las sociedades democráticas, se asumen en la vida social, entonces son poderes bien utilizados. Es por este camino como, en democracia, se puede vincular socialmente el concepto de poderes humanos con el de obligaciones humanas.

Una teoría multidimensional del valor, única capaz de conectar las influencias recíprocas entre subsistemas sociales, con el fin de introducir planteamientos éticos en la ciencia económica, debería incluir, entre otros, los siguientes rasgos principales:

a)  Los precios y los ingresos considerados como magnitudes reales son, respectivamente, medidas del poder de mercado detentado y ejercido por las partes contratantes; el capital es un poder adquisitivo general que ejercido a través de los mercados controla el poder productivo general de las sociedades capitalistas.

b)  El poder de mercado requerido para la adquisición de una mercancía depende, según cuál sea la mercancía de que se trate, de posiciones asimétricas por el lado de la oferta y de la demanda. Si bien esas posiciones asimétricas se fundan de manera directa y en primera instancia sobre la estructura de la propiedad, en segundo lugar y de manera indirecta pueden fundarse en cualquiera de (o en todas) las reglas institucionales y técnicas (incluidas las relacionadas con el poder productivo) de las sociedades humanas que afectan los mercados;

c) Se conciben las sociedades humanas como sistemas concretos en los que, con fines teóricos, es posible distinguir al menos cuatros subsistemas: biológico-ambiental, económico, cultural y político. Cada subsistema responde a cada dimensión de la condición humana: somos entidades biológicas, instrumental y moralmente racionales e intrínsecamente sociales. Sin embargo, existe una total interpenetración e interdependencia causal entre todos los subsistemas de la sociedad, derivada del hecho que sus componentes básicos somos siempre los mismos seres humanos, expresándonos a través de nuestras diferentes dimensiones;

d) Una parte esencial de las necesidades de los seres humanos deriva de las potencialidades a ser desarrolladas por parte de estos en las diferentes dimensiones (biológica-ambiental, instrumentalmente racional, moralmente racional y política) de su humanidad. Las necesidades básicas son aquellas que constituyen la plataforma a partir de la cual es posible intentar la actualización completa de sus posibilidades superiores;

e) Esas necesidades básicas consideradas en su esencia, derivan de dimensiones que son permanentemente constitutivas de la naturaleza humana, por lo tanto, son universales y transhistóricas. Sin embargo, esas mismas necesidades consideradas a través de la existencia de cada hombre, son satisfechas, total o parcialmente, con bienes, servicios (satisfactores) que son muy variables, históricamente condicionados, particulares y sujetos a diferentes apreciaciones subjetivas;

f) El puente entre satisfactores y necesidades básicas y objetivas puede lograrse apelando al conocimiento científico aplicado. Este conocimiento no entrega respuestas definitivas ni infalibles, pero arroja luz creciente sobre la distinción entre necesidades objetivas y preferencias subjetivas: la medicina nos informa respecto de las necesidades objetivas de salud; la arquitectura, de las necesidades mínimas o básicas atingentes a las condiciones de habitabilidad de las viviendas; la nutrición como disciplina, del valor nutritivo de los alimentos capaces de satisfacer nuestras necesidades en dicho campo; las ciencias de la educación, de las técnicas pedagógicas mínimas necesarias en materia de información y conocimiento, etc. Este tipo de ciencia aplicada nos conduce a lo que podríamos denominar «pragmatismo responsable», por oposición a ciertas formas de usar la tecnología (contaminación, destrucción de la biodiversidad, etc.), constitutivas de un pragmatismo irresponsable.

g) Es posible entonces construir «canastas» mínimas de satisfactores que responden a necesidades básicas, tanto las universales, que son propias de toda naturaleza humana, como las particulares, que dependen del orden histórico concreto (necesidades de locomoción, por ejemplo, para trasladarse por una determinada ciudad). Esas «canastas» son el fundamento de la construcción de índices de precios, a partir de los cuales se pueden calcular magnitudes de poder adquisitivo general, las que otorgan inteligibilidad y significación humana a la noción de valor económico. Como lo hizo notar Keynes en su Treatise on Money, esos índices de precios también son la forma de evaluar el poder de mando sobre el trabajo que los empresarios ejercen, a través de las unidades salariales con las cuales remuneran a sus empleados;

h) Sin embargo, la ética mínima de las necesidades básicas, sean estas universales o particulares, es sólo un punto de partida. Luego viene el terreno mucho más complejo de las vocaciones, aptitudes y preferencias subjetivas, asociadas a las libertades humanas. Esto nos lleva a otro aspecto del asunto que vincula los conceptos de libertad y poder en la esfera de las relaciones económicas en particular y de las relaciones sociales en general. En su teoría del valor Amartya Sen (2000), sustituye la noción neoclásica de utilidad por la noción de libertad. Por ejemplo, cuando dice que dos consumidores extremadamente frugales pueden consumir los mismos alimentos, pero uno lo hace por razones derivadas de la dieta que está asumiendo y el otro, porque carece de dinero para consumir más alimentos. Amartya Sen dice, en su propio lenguaje, que el primero tiene más capacidad para desempeñar funciones (actos concretos como comer), y esa capacidad es una forma de libertad de la que carece el otro consumidor, pobre o indigente. Sin embargo, en una situación como la descrita por Sen, un libro como el presente enfatiza la noción de poder (por ejemplo, poder adquisitivo general) que detenta el primero de los consumidores hipotéticos, por encima de las nociones de libertad y de capacidad que elabora Sen.

i) En efecto, el terreno de las libertades humanas es también el terreno de las posiciones, pugnas y estrategias de poder. Por ello, la libertad personal es en la esfera individual, la contrapartida de lo que es el poder de las personas en la esfera social. Todo cambio social y todo desarrollo humano a escala social dependen del uso humano de las libertades y de los poderes derivados de ordenamientos institucionales históricamente concretos. Con ello la visión de la democracia integral es particularmente adecuada para captar las formas específicas que asumen la libertad y el poder en los diferentes subsistemas de las sociedades humanas y entender su traducción a precios de mercado.

j) A este nivel, el de las libertades y de los poderes, queda planteado en definitiva el tema ético político de la justicia distributiva, que no se resuelve solamente en la esfera de los subsistemas económicos, sino que deriva también de la lógica de los subsistemas políticos y culturales. De aquí la importancia que reviste incluir el concepto multidimensional de democracia en cualquier reformulación de la teoría económica y, más específicamente, de las teorías del valor económico.

Fragmento contextualizado y ligeramente modificado de: Armando Di Filippo (2013), Poder Capitalismo y democracia, RIL Editores.