LA RESPONSABILIDAD DE ALEMANIA SOBRE LOS ESCENARIOS FUTUROS DE LA UNIÓN EUROPEA

¿Cuáles son las perspectivas de la crisis? En plazos cortos, algunos analistas piensan que dependerá del comportamiento de Alemania que, como se sabe, es el centro hegemónico de la UE. En plazos medianos la disyuntiva es clara, o se consolida la integración mediante una unión fiscal o se afronta una desastrosa fragmentación de Europa.

Empezando por la situación inmediata, el gobierno conservador presidido por la señora Ángela Merkel se está negando a ejecutar las políticas de corto plazo que se han ido sugiriendo en la esfera monetario-financiera para evitar la insolvencia de algunas de las economías grandes de la Eurozona como Italia o España. El gobierno de la señora Merkel ha rechazado, por el momento al menos, la idea de crear bonos públicos emitidos por la eurozona (y no, como hasta ahora, emitidos por los gobiernos nacionales); tampoco ha querido aumentar los fondos disponibles del mecanismo de estabilidad financiera o aceptar un respaldo comunitario conjunto al sistema bancario de los países de Europa.

En la actitud de Alemania se discierne en primer lugar, una completa reticencia a compartir las cargas de la deuda de los países más agobiados, y una firme determinación de hacerles pagar por sus “excesos” de gasto a través de una austeridad rigurosa, aún a costa de intervenir directamente en sus políticas internas.

Sin necesidad de entrar a argumentar sobre su falta de solidaridad con los países periféricos de la eurozona, la estrategia alemana es errada por dos razones fundamentales. Primero, porque desde Keynes sabemos que toda recesión trae capacidades ociosas, y que la extrema austeridad fiscal agrava la recesión, por lo tanto, agrava también la capacidad ociosa. La muestra más obvia e inmediata de esta capacidad ociosa es el desempleo de la fuerza de trabajo. En el conjunto de la UE la tasa de desocupación ha superado al 10%, en Grecia supera el 20% y en España alcanza al 24% de la fuerza de trabajo (y de casi el 50% para el desempleo juvenil). Segundo, la política de austeridad forzada promovida por Alemania es equivocada porque, si los países de la eurozona van cayendo uno a uno, también el mercado europeo al cual Alemania destina casi la mitad de sus exportaciones, dejará de comprar productos alemanes y puede precipitar a este país en una recesión.

Esta reticencia alemana a cambiar las tendencias del círculo vicioso comentado más arriba, amenaza con promover el abandono de la eurozona por parte no sólo de Grecia, sino quizá de otras economías de mayor tamaño. Esta actitud no es digna de las responsabilidades y liderazgo de un país que es hoy el centro hegemónico de la Unión Europea en la esfera económica.

Cualquiera de las alternativas financieras de corto plazo, mencionadas precedentemente es sólo una solución provisoria para evitar el colapso financiero definitivo de los países más endeudados. La solución de fondo, en el mediano y largo plazo pasa por reactivar el poder productivo de Europa, lo que a su vez exige la consolidación de la Unión Política Europea.

En este momento, la centralización monetaria representada por el Banco Central Europeo, no acompañada por una federación política que se exprese en un gobierno económico unificado a nivel de la UE y un aparato fiscal consolidado, está significando en la práctica que los países de la eurozona han cedido su soberanía para implementar políticas públicas a un poder monetario que (con la excepción de Alemania favorecida a corto plazo por las primas de riesgo) no responde a sus intereses. No responde ni puede responder porque aunque actuara muy activamente para inyectar liquidez, adquirir bonos públicos, etc., sigue atado a la naturaleza exclusivamente monetaria de sus instrumentos, y no puede ser complementado en su acción por la política regulatoria y fiscal unificada de un gobierno económico europeo que todavía no existe. Faltan, por ejemplo, los ministerios de finanzas y economía que puedan promover una política de desarrollo conjunta.

Una política de desarrollo como la que requiere la UE para superar la actual recesión, exige una acción regulatoria y fiscal unificada, sobre todo para evitar la evasión de los grandes contribuyentes transnacionales hacia los paraísos fiscales. Regulatoria porque se trata de seguir evitando los excesos especulativos de la  gran banca privada transnacional, de consolidar una banca pública de desarrollo, de promover proyectos de inversión, etc. Fiscal, porque la tributación y el gasto público son instrumentos insustituibles para redistribuir la carga de la deuda y estimular el crecimiento. De manera paradójica, ante la prevalencia de las políticas monetarista, las urgencias de los procesos históricos actuales están exigiendo la restauración de este tipo de acciones, como lo prueba la forzada creación de una banca pública en España, o la evidente insuficiencia de los esfuerzos monetarios para estimular la demanda agregada y reactivar el crecimiento.

Cuando Alemania perdió la Primera Guerra Mundial las potencias vencedoras le impusieron el pago de una deuda agobiadora. Obviamente Alemania no pudo pagarla, las turbulencias sociales se trasladaron al plano político, y el extremismo nazi se apoderó del gobierno. El resultado fue la Segunda Guerra Mundial. Aunque las circunstancias históricas son profundamente distintas, sigue siendo cierto que hay límites sociales y políticos a las voraces modalidades usureras que hoy debilitan la democracia europea. El gobierno de la señora Merkel debiera repasar la propia historia de Alemania para tomar conciencia de la existencia de dichos límites.

En el siglo XXI no es la arbitrariedad de los vencedores de una guerra militar la que amenaza a Europa, sino la arbitrariedad de una racionalidad microeconómica aplicada por el sector financiero. La racionalidad microeconómica de la banca conspira contra el equilibrio de todos los mercados. Por ejemplo, la noción de prima de riesgo o tasa de riesgo pone de manifiesto que la banca privada, cuanto más desconfía de la solvencia del deudor, menos dinero le presta o más intereses le carga por su préstamo. Por lo tanto, a quien ya tiene dificultades para pagar, la banca privada le agrega nuevos sinsabores cortándole recursos o agravándole la carga de la deuda. Este criterio es el que está en vigencia con la pretendida “autorregulación” de los mercados financieros.

Hay, en estos procedimientos una lógica que tiene cierta justificación frente a deudores privados tomados aisladamente. Pero esa misma lógica, aplicada al sector público olvida las dimensiones sociales y políticas de las sociedades humanas. Cuando un deudor privado es embargado o ejecutado por la banca, entrará en quiebra o perderá parte de sus activos. Cuando se trata de un país, las consecuencias políticas y sociales son muy distintas, como la propia historia de Alemania previa a la Segunda Guerra Mundial lo demuestra.

La receta de la extrema austeridad tiene algo de fruición punitiva, algo así como lograr la salvación a través del arrepentimiento y la redención. Es una transposición falsa de comportamientos individuales que pueden tener sentido a escala personal, pero que no se aplican a las sociedades nacionales consideradas como un todo. Cuando un deudor individual, sobre todo si carece de riquezas –como es el caso con la mayoría de los “ciudadanos de a pie”- se ha endeudado más allá de sus posibilidades no le queda otro remedio que la austeridad y el sacrificio ya que no puede incrementar sus ingresos a voluntad, sobre todo si está desempleado. Pero una nación que tiene un quinto o más de su población trabajadora desocupada, posee un potencial productivo que no puede reactivarse sin estímulos provenientes del aparato fiscal del Estado. Esto exige –volviendo a la visión keynesiana- aumentar y no disminuir el gasto público-social. La receta de la austeridad es contradictoria con la existencia de tales niveles de desempleo.

Alemania dice predicar con el ejemplo porque logró dinamizar y estabilizar su economía, aumentando su productividad industrial y su competitividad internacional. Pero efectuó ese esfuerzo antes de la gran crisis actual iniciada desde 2008, cuando todavía la actividad económica global era relativamente dinámica, y esa recuperación se basó en exportaciones al resto de la eurozona. Hoy Europa está en recesión y debe recuperar su capacidad de compra, para ello requiere políticas de estímulo productivo que reactiven su economía, reduzcan el desempleo y aumenten el poder adquisitivo de la eurozona. En ausencia de poder adquisitivo ejercido por la eurozona, tampoco Alemania habría podido lograr su recuperación económica.

La UE se construyó sobre la base de la solidaridad y del espíritu europeísta y no sobre los fundamentos del nacionalismo excluyente o del “financierismo” especulativo. Esta valiente decisión histórica, salvó a los países europeos de la decadencia y la irrelevancia en un mundo dominado por potencias de enorme y creciente escala. Hoy está en una encrucijada, que sólo puede resolverse con más Europa, creando un gobierno económico común, fortaleciendo su unión política y democratizando el funcionamiento de sus instituciones supranacionales.

En el futuro inmediato se pondrán a prueba los valores, las prácticas y las instituciones de la democracia ciudadana europea. Si Europa fracasa (hablo del fracaso de Europa y no del eventual fracaso del euro tal como ha sido concebido en una óptica de neoliberalismo financiero), el mundo verá fragmentarse un faro de influencia cultural irreemplazable que precisamente se inició hace más de 2.000 años en Grecia, cuna de la civilización europea y de la democracia. Ese país que hoy está acorralado por exigencias económicas tan irrazonables como las que experimentó Alemania antes de la era del nazismo.

Este fragmento (ligeramente modificado para este blog) fue escrito por Armando Di Filippo en mayo de 2012 dentro de un artículo denominado Panorama Político Económico Actual de Europa: sus desafíos tras la crisis financiera, y publicado por el CESIM, en su Revista Escenarios actuales, Año 17, número 1, páginas 5-16, Santiago de Chile. Tres años después sus reflexiones no han perdido ni actualidad ni vigencia.